viernes, 10 de noviembre de 2023

Leviatán: economía genocida (de de la continuación de la política israelí por otros medios)


Carlos González Penalva

[Una colaboración en el espacio "Desde Cuba" de Radio Habana Cuba Internacional junto a Roberto Bastidas el 8 de noviembre de 2023]

Decía Clausewitz que «La guerra no es simplemente un acto político, sino también un instrumento político real, una continuación del comercio político, una realización del mismo por otros medios». La operación genocida desatada por Israel contra el pueblo palestino es una guerra absoluta – término acuñado por el militar prusiano - una guerra idealizada (a través de la idea de una cruzada religiosa del sionismo) en la que se busca el aniquilamiento total del enemigo. Como decía Lenin la política es una expresión concentrada de la economía, y la guerra, pues, está estrechamente vinculada a las contradicciones económicas del capitalismo. Los grandes capitales dependen en gran medida de la energía barata, y por eso los grandes inversores están nerviosos ante la posibilidad de que se encarezca. Ellos buscan maximizar sus beneficios con el menor gasto posible, y esto condiciona la respuesta internacional ante el papel del sionismo en Oriente Medio y el genocidio del pueblo israelí, donde se concentran las principales fuentes de energía de la región, con el el aumento de los precios de la energía desde el conflicto de Ucrania como telón de fondo. Las razones religiosas o históricas del régimen teocrático de Israel son tan solo pretextos, justificaciones ideológicas. No les importa si las víctimas son judíos o palestinos; solo les importa el dinero. «¡Es la economía, idiotas!» clamaba James Carville, asesor de Bill Clinton, durante las elecciones presidenciales estadounidenses de 1992. Matar niños no es más que una forma de eliminar consumidores potenciales, porque reduce sus costos a futuro. 


Más allá de las causas históricas, religiosas y políticas que alimentan los discursos genocidas de Israel y sus socios necesarios existen también intereses energéticos y económicos que influyen en el escenario regional y en las posiciones de los actores internacionales en relación a ellos. La escalada de violencia genocida perpetrada por Israel contra La Franja de Gaza tiene nombre: el gran campo de gas Leviatán en la costa Palestina, uno de los mayores yacimientos de gas natural del mundo, descubierto en 2010. El campo de gas Leviatán se extiende por unos 800 kilómetros cuadrados y contiene unos 620 mil millones de metros cúbicos de gas natural, lo que equivale a unos 10 años de consumo de toda la Unión Europea. Su explotación por el consorcio de la empresa estadounidense Noble Energy y la israelí Delek Group comenzó en diciembre de 2019 e implica no sólo la explotación de territorio palestino, sino que además viola la soberanía marítima de El Líbano. En 2012 Netanyahu le dio connotación estratégica al mencionado campo: «El gas natural es un activo estratégico para el futuro económico del Estado de Israel». En la actualidad, la necesidad mundial por los hidrocarburos se materializa en una oportunidad para la actual administración israelí. 


Si observamos el mapa de Gaza y seguimos la ruta del ataque de la invasión israelí, veremos que se trata de una línea recta que lleva hasta la costa donde se encuentra Leviatán. Para el mando israelí, esto representa una gran oportunidad para salir de una situación complicada, al eliminar, por una parte, los puertos libaneses que ya han sido destruidos y, por la otra, arroja luz sobre las partes involucradas, sus intereses y la guerra contra Siria, que ha permitido a las compañías petroleras internacionales hacerse con la mayoría de los yacimientos petrolíferos en Siria. Esta estrategia busca mantener el puerto de Latakia, el principal puerto marítimo en Siria, en un estado de caos. Latakia se encuentra en la costa del Mar Mediterráneo y es una pieza clave en esta situación. Todo esto deja a Leviatán como el último recurso por explotar. Por otro lado, el puerto de Haifa se destaca como el puerto más grande de los tres principales puertos marítimos internacionales de Israel. 

Cualquier conflicto en en la región a provocado históricamente un aumento de los precios del petróleo derivado de la amenaza de recortes de producción en la región. Uno de los principales temores de la administración Biden radica que en la decisión visceral y precipitada de Israel de entrar vengativamente en Gaza se desencadene una guerra regional, como ya empiezan a apuntar los últimos acontecimientos, y cuyas consecuencias rebasen los cálculos estadounidenses así como el mismo el riesgo de un fracaso israelí que provoque la perdida del control de EEUU sobre la zona. Pero el mayor miedo es que todo confluya junto a Ucrania convirtiéndose en una sola gran crisis geopolítica y energética mundial. 


Israel es un país que carece de recursos energéticos propios y que depende en gran medida de las importaciones. Según el Banco Mundial, Israel importó el 98% de su energía primaria hasta 2019, principalmente desde Egipto, Jordania y Azerbaiyán. En marzo de este año, el primer ministro de Israel Benjamin Netanyahu se ofrecía a Italia ayudarles a convertirse en el principal centro energético para el suministro de energía hacia Europa: «pensamos exactamente eso y tenemos reservas de gas que ahora estamos exportando y nos gustaría acelerar más exportaciones de gas hacia Europa a través de Italia». El amplio paquete de sanciones unilaterales contra el sector energético ruso ha supuesto que los mercados globales de hidrocarburos hayan sufrido fuertes cambios debido a que se frenaron, principalmente, los flujos gasíferos hacia la Unión Europea (UE), región es dependiente en gran medida de esos recursos oriundos del país eslavo. 


La energía es un elemento clave para entender la dinámica del capitalismo global y sus implicaciones políticas, sociales y ambientales, y cuya industria, según datos de la Agencia Internacional de la Energía, consume el 87% de la producción mundial. Hablar del capitalismo es hablar de un modelo económico y productivo que se sustenta en la acumulación de capital y la maximización de beneficios, lo que implica una explotación intensiva de los recursos naturales y una externalización de los costes ambientales y sociales. Estos conflictos por el gas se suman a los ya existentes por el petróleo, un recurso estratégico que ha marcado la historia de Oriente Medio desde el siglo XX. La región alberga las mayores reservas mundiales de crudo, lo que la convierte en un escenario clave para la seguridad energética global. 


El campo de gas Leviatán y el corredor IMEC emergen como factores destacados en el contexto de la actual operación sionista contra la población palestina. Esta ofensiva busca consolidar el control de la Franja de Gaza como parte de un enfoque genocida con el propósito de dominar la costa palestina. El objetivo final es gestionar los recursos naturales y, en consecuencia, las rutas comerciales. Con numerosos intereses en juego y un mercado global en proceso de reconfiguración, es evidente que este conflicto geopolítico está destinado a extenderse y establecer nuevas pautas comerciales de dominio en la región, especialmente en lo que respecta a los recursos energéticos tan vitales en esta área estratégica global.