"Hay muchas maneras de matar.Se le puede clavar a alguien un puñal en la barriga,quitarle el pan,no curarlo de una enfermedad,empujarlo al suicidio,recluirlo en un tugurio,hacerlo trabajar hasta que reviente,empujarlo al suicidio,Sólo unas pocas están prohibidas en nuestro Estado"
Bertolt Brech
En el seno de la reivindicación del trabajo literario de Brecht se encuentra la reivindicación de un racionalismo constituido a lomos de los fenómenos del presente. Una racionalidad operatoria construida sobre las ciencias del presente frente al irracionalismo: Galileo y la nueva ciencia, la de los talleres, la que cobra por enseñar, privada y laica, contra la universidad medieval, arremete contra sus privilegios, contra su doctrina, contra su idioma, contra su ideología, y reclama para sí la verdadera ciencia. La interpretación que Bertolt Brecht hace de la figura de Galileo lo presenta como un revolucionario enfrentado al papado, a la Iglesia, a las universidades medievales imbuidas de aristotelismo.
Brecht no es sólo un autor contemporáneo sino moderno. No todos las personas, contemporáneas de cuanto acontece en el desarrollo de las ciencias, pueden ser denominadas modernos. Tampoco el uso por parte de una mayoría social de los últimos instrumentos tecnológicos garantiza la modernidad de sus usuarios. La modernidad es una actitud intelectual frente al mundo que poco o nada tiene que ver con la propiedad, meramente usuaria/consumidora, de los artefactos de la actualidad. Desde la contemporaneidad se puede establecer un hilo conductor que puede ir tanto desde la formulación de los códigos neoclásicos – como expresión del orden urbano de la burguesía en ascenso – como hasta la arquitectura racionalista de Le Corbusier.
Brecht supone no ya en su contexto histórico, sino para todo aquel que se acerca a su obra, una ruptura con los sepultureros de la modernidad que pretenden sustituir sus fundamentos, racionales y humanistas, por un burdo ritual escénico o el simple silencio evasivo a la contradictoria realidad contemporánea. Brecht pone en solfa a lo largo de toda su obra – sin por ello faltar a una cuidada y bella artesanía literaria elaborada con martillo y cincel – el correlato real sobre el que construye trabajo: el realismo social. Construye un discurso, una práctica social y literaria sobre la actividad humana. Como marxista, nada de lo humano le es ajeno. Contrariamente, pregona la constitución del mundo desde la razón como hecho revolucionario frente a la prehistoria del capitalismo. El postmoderno duda de que haya una salida a la crisis civilizatoria actual. Desde el escepticismo espera vivir mejor y, desde tal escepticismo abandonan a acción social y transformadora. El gran discurso de la razón define, decía Engels, el concepto de la modernidad.
Es el marco vital en el que Brecht desarrolló su vida el que marcó su acción, desde el que construyó una racionalidad materialmente ejercida y desde la que optó por un modelo social superador de las relaciones de explotacion vigentes. Es a través de su práctica cotidiana, en la vida y en su obra, como Brech se conforma como un firme defensor de la democracia en su plena extensión. Rehuye declaradamente, de la alternativa fachadista del postmodernismo que no supone una alternativa real válida. Por el contrario, otorga una coartada al sistema que, disfrazado de renovación cultural, es ajena a las necesidades de la comunidad.
Bertolt Brecht, nombre que figura en la cumbre de las letras germanas y mundiales y al que casi la mitad de alemanes hoy admite no conocer. Esa es la fuerza de los aparatos culturales clandestinos.
Los mecanismos de la reproducción del sistema económico y social, aparentemente no políticos, no son sólo los aparatos culturales, de la educación, de los medios de comunicación o de las redes culturales. Mecanismos como la concepción medicalizada, jerárquica, curativa y hospitalaria en la que se ha convertido la política sanitaria nacional conlleva en su propio seno una concepción individualista, subalterna y basada en la autoculpabilidad. Concepciones que son creadas por aparatos que no son culturales en su apariencia pero que generan una concepción del mundo que envuelve a toda una sociedad y que son soporte de la reproducción del sistema del capital. Aspectos ideológicos y culturales que muchas veces tendemos a olvidar que tras la lucha por un servicio público está la lucha por una determinada concepción del mundo. Así es como se fragmentan las batallas.
Podría parecer que hablar de Brecht es tarea de una concepción sectorial de la cultura, de especialistas; por el contrario para nosotros hablar y reivindicar a Brecht debe ser una tarea del conjunto de las personas preocupadas por construir una sociedad justa, liberada de la explotación del hombre por el hombre. Hablar y celebrar el nacimiento de Brecht es hablar y reivindicar la democracia en un tiempo en el que sus enemigos disponen de una de las hegemonías ideológicas más eficaces de la historia.
Brecht es, en sus 115 años, una de las armas fundamentales de la lógica para cualquier persona justa y moral.
[Este artículo fue publicado originalmente en Mundo Obrero]