domingo, 2 de noviembre de 2025

Ni martir ni profeta: Pasolini


«Hay una ideología real e inconsciente que unifica a todos, y que es la ideología del consumo [...] El consumismo es lo que considero el verdadero y el nuevo fascismo» Pier Paolo #Pasolini

Hoy se cumple un nuevo aniversario del asesinato de Pier Paolo Pasolini, comunista, poeta, cineasta y uno de los intelectuales más lúcidos y temerarios del siglo XX.

Su muerte fue también un mensaje: la voz que se atreve a desnudar el poder, aunque provenga del propio campo popular, siempre resulta insoportable para el orden establecido.

Pasolini entendió como pocos que el fascismo no desapareció con la caída de Mussolini, sino que se transformó en una forma de civilización. Denunció que el capitalismo había sustituido la represión visible por la domesticación cultural, que había cambiado el látigo por la publicidad, y la violencia física por una violencia más profunda: la colonización de la conciencia, la disolución de las identidades populares, el vaciamiento del pensamiento crítico.

Sus películas y escritos no fueron ejercicios estéticos, sino intervenciones políticas en el terreno simbólico. Accattone, Teorema o Saló no son obras sobre la marginalidad o la perversión, sino sobre la degradación material y moral que produce el capitalismo cuando lo consume todo, incluidos los cuerpos y el lenguaje.

Pasolini fue un comunista heterodoxo, pero profundamente fiel a la tradición marxista: comprendió que la lucha no se libra solo en las fábricas, sino también en la cultura, en la educación, en los medios, en la forma en que una sociedad produce y reproduce sus ideas.

Su análisis anticipó lo que hoy llamamos la guerra cultural o la batalla por la hegemonía. Por eso sigue siendo incómodo. Porque nos obliga a reconocer que el capitalismo no solo expropia los medios de producción, sino también los medios de significación, transformando el pensamiento en mercancía y la cultura en anestesia.

Pasolini no buscaba consuelo: buscaba verdad. Y en esa búsqueda, su comunismo fue un acto de rigor moral, de resistencia frente al conformismo de los satisfechos, de defensa de la dignidad frente a la corrupción del deseo.

Hoy, su palabra sigue siendo una advertencia: cuando el poder se vuelve invisible, cuando ya no necesita censurar porque logra que deseemos lo que nos domina, el fascismo cultural ha triunfado.

Pasolini no fue un mártir ni un profeta. Fue un intelectual materialista que, hasta el final, pensó contra su tiempo. Por eso su voz sigue viva: porque todavía no hemos salido de esa misma oscuridad que él denunció.




miércoles, 17 de septiembre de 2025

Daniel Lacalle: un marxista descastado.


Se ha ido un maestro. Con la muerte de José Daniel Lacalle Sousa desaparece una de las voces más lúcidas del marxismo español de las últimas décadas, pero nos queda un legado intelectual que seguirá alumbrando a quienes buscan aprehender el presente desde las herramientas del materialismo histórico.

Lacalle representa una rara coherencia: la de quien escribe desde la libertad de no estar secuestrado por redes clientelares ni académicas, en un país donde la universidad, residuo institucional del antiguo régimen, tantas veces reducida a fortín de castas y jerarquías, impuso durante años un silencio selectivo sobre el pensamiento marxista. Daniel supo mantenerse al margen de esas estructuras, y desde el papel de intelectual orgánico elaboro una obra sólida, rigurosa y comprometida con la clase obrera. En el mapa de la filosofía y la sociología marxista de los años ochenta, Lacalle forma parte de un verdadero tridente junto a Gustavo Bueno y Carlos París. Tres pensadores que, desde distintas perspectivas, abrieron un campo fértil de reflexión sobre las ciencias: Bueno con su gnoseología materialista, París con su análisis de la relación entre ética e ideología en la ciencia, y Lacalle desde la economía política y la sociología de la ciencia. Un diálogo intenso y crítico que encontró cauce en revistas como Argumentos y Nuestra Bandera, así como en múltiples publicaciones de la y como . Su obra nunca se limitó a la abstracción académica. Lacalle pensó la ciencia desde la realidad concreta de la economía y del trabajo, explorando cómo las transformaciones productivas inciden en la configuración de la clase obrera y en la conflictividad social. De ahí la trascendencia de títulos como "La clase obrera en España: continuidades, transformaciones, cambios", donde diseccionó con minuciosidad las mutaciones de la fuerza de trabajo en nuestro país, o "Conflictividad y crisis" (un texto sobre el que tuve el placer de colaborar como parte de la FIM), un análisis de largo alcance que conecta la estructura económica con las dinámicas sociales y políticas. Reducir a Lacalle a sus libros y artículos sería injusto. Quienes lo conocimos sabemos que su verdadera escuela estaba también en la conversación. En su casa de Madrid, entre cafés y horas de diálogo inagotable, desplegaba un magisterio que no estaba hecho de dogmas, sino de preguntas incisivas y razonamientos que nos obligaban a pensar con rigor. Era un intelectual comprometido, sí, pero también un maestro en el sentido más filosófico del término: aquel que enseña a pensar por uno mismo. Su muerte, de la que nos enteramos ya demasiado tarde, deja un vacío inmenso en la tradición marxista de nuestro país y de nuestro tiempo. Sin embargo, su voz permanece en sus escritos, en sus análisis de la economía y del mundo del trabajo, y en la memoria de quienes tuvimos la fortuna de aprender de él. 🔴 Daniel Lacalle fue un marxista descastado, un intelectual orgánico del Partido, un comunista ejemplar y un referente indispensable para quienes creemos que la crítica radical sigue siendo la forma más alta de compromiso con la emancipación humana.

miércoles, 23 de abril de 2025

Lenin y el socialismo

¿Sigue Lenin y sus ideas interpelando a la Cuba de hoy?

En la emisión especial de Mesa Redonda del 22 de abril, dedicada a "Lenin y el socialismo" en el 155 aniversario del nacimiento de Lenin, ofreció una exposición multidisciplinar que rehuyó de lugares comunes, vulgarizantes, para pasar a situar a Lenin como lo que sigue siendo en rigor: un laboratorio vivo de pensamiento político. No como figura de culto, sino como un sistema abierto de ideas cuya vigencia no reside en la cita automática, sino en su capacidad para dar luz procesos históricos concretos y para intervenir estratégicamente sobre ellos.

La intervención de la investigadora del Instituto de Filosofía de Cuba y Vicepresidenta de la Academia de Ciencias, Olga Fernández Ríos recupera la actualidad del concepto leninista de imperialismo. Lejos de estar superado por la historia, ese concepto puede —y debe— leerse hoy con lo que llamó “gafas de silicio”. El viejo binomio de capital financiero e industrial, explicó, se ha transformado en una triada de plataformas tecnológicas, fondos de inversión y poder militar, que reproducen con mayor sofisticación la lógica de concentración que Lenin diagnosticó en 1916. Esta caracterización no es meramente retórica: permite una lectura articulada del presente, donde las sanciones, los bloqueos financieros y las guerras híbridas no aparecen como fenómenos aislados, sino como estrategias estructurales del capitalismo digital-financiero en su fase actual.

Desde una perspectiva complementaria, el economista Ayuban Gutiérrez Quintanilla abordó el mismo problema desde el ángulo de la economía política, mostrando cómo la forma actual del imperialismo se expresa también en los sistemas fiscales y comerciales. Señaló que la extracción de valor en la periferia ya no ocurre solo a través de bienes primarios, sino por la vía de la apropiación de datos, rentas financieras y lógicas de subordinación tecnológica. En este sentido, propuso pensar la soberanía no solo en términos productivos, sino también en clave fiscal, monetaria y cognitiva.

La compañera Marxlenin Valdés, profesora de marxismo, llevó el análisis a un nivel filosófico y metodológico más profundo, reivindicando el principio leninista del análisis concreto de la situación concreta como antídoto contra el dogmatismo. “Lenin no es una reliquia”, afirmó, “es una brújula que demuestra que sin teoría revolucionaria no hay práctica transformadora, y sin práctica, la teoría se fosiliza”. Lejos de la liturgia apologética, estructuró toda su intervención: Lenin, dijo, no nos lega un recetario, sino una epistemología militante, una lógica dialéctica que exige confrontar cada coyuntura histórica con instrumentos teóricos capaces de interpretarla, tensionarla y transformarla.

Fue particularmente lúcida su defensa de la democracia socialista, entendida no como una forma degenerada de la democracia liberal, sino como su superación cualitativa. La “dictadura del proletariado”, en su formulación original, no es negación de derechos sino afirmación de una democracia de los productores, de quienes sostienen materialmente la vida. En este sentido, Pérez Valdés insistió en que los socialismos del siglo XXI, si quieren tener horizonte estratégico, deben reactivar no solo sus formas institucionales, sino sus mecanismos de participación crítica, control popular y deliberación consciente.

La discusión abordó también la cuestión cultural con especial agudeza. Tanto Fernández como Pérez Valdés coincidieron en señalar que Lenin comprendió tempranamente que la hegemonía no es solo política o económica, sino también simbólica y cognitiva. En un entorno dominado por plataformas que fabrican realidad, viralizan odio y erosionan vínculos sociales, defender la revolución pasa también por disputar el sentido común, la sensibilidad y los lenguajes. “Lenin entendió que sin hegemonía cultural no hay revolución que resista”, afirmó Pérez Valdés. Y en efecto: la prensa revolucionaria, la pedagogía crítica, la producción simbólica emancipadora siguen siendo herramientas fundamentales para enfrentar la nueva barbarie: una barbarie digital, emocional, espectacularizada, pero no por eso menos efectiva.

En uno de los momentos más consistentes del programa, Gutiérrez añadió que esta nueva forma de opresión simbólica no es un epifenómeno cultural, sino que tiene base material: los modelos de negocio de las grandes plataformas, su lógica algorítmica y su poder de concentración condicionan estructuralmente las formas de interacción, percepción y subjetivación. Por ello, afirmó, la disputa cultural no puede desvincularse de la crítica política de la economía, ni del diseño institucional de políticas de soberanía digital.

Lenin no es una herencia muerta, es un instrumento activo para pensar problemas contemporáneos: “Interpretar el capitalismo de silicio, diseñar un socialismo creativo y combatir la barbarie cultural: para todo eso, Lenin sigue en el laboratorio”.

Espacios como este programa de Mesa Redonda, infrecuentes pero necesarios, no celebran a Lenin como mito, sino que lo reinstalan como teórico del conflicto, estratega del presente, filósofo de la praxis. Desde una perspectiva materialista, histórica y crítica, es precisamente ahí —en esa capacidad de volver a activar conceptos, de hacerlos trabajar sobre lo real— donde radica el valor de su pensamiento. Y es ahí desde donde hoy debemos seguir leyéndolo.

miércoles, 10 de abril de 2024

Guerra y terrorismo global: el laberinto ucraniano




En un giro inesperado de los hechos, la reciente masacre en la Sala de Conciertos Crocus de Moscú ha desatado una oleada especulativa y de propaganda en los medios de comunicación, y que resulta imposible disociar del contexto bélico mundial y, en particular, de la operación de Estados Unidos y la OTAN en Ucrania. Lo que en un primer lugar señalaba al Estado Islámico-ISIS como el único responsable, un análisis más detallado y la revelación de pruebas en los días consiguientes ha mostrado serias inconsistencias y agendas internacionales ocultas que merecen ser examinadas detenidamente.

¿Qué sucedio? El ataque terrorista ocurrió en la Sala de Conciertos Crocus en Moscú, con varios perpetradores implicados. Los métodos y la ejecución del ataque generaron un debate sobre los verdaderos responsables y las motivaciones detrás de los atentados. Sorprendentemente, y con unas declaraciones que no tenían lugar en aquel momento un portavoz estadounidense rápidamente descartó la implicación de Ucrania, enfocando la atención exclusivamente en el ISIS. Es inusual que los servicios de inteligencia se pronuncien tan rápidamente. Tan solo 55 minutos después del ataque, ya se descartaba la implicación de Ucrania. ¿Qué sabían ellos que nosotros no? La reacción inmediata de Estados Unidos post-atentado, en particular la solicitud hecha por John Kirby, portavoz del Consejo de Seguridad Nacional de Estados Unidos, resulta intrigante. Kirby instó a que no se establecieran vínculos entre el régimen de Kiev y el atentado. Esta afirmación inusualmente rápida por parte de las agencias de inteligencia occidentales hacía sospechar, con una increíble torpeza, dudas significativas sobre las motivaciones y certezas subyacentes al atentado.  ¿Por qué la urgencia de desvincular a Kiev? ¿Qué implicaciones ha tenido esta solicitud para la narrativa global del incidente y las relaciones internacionales? Lo que llama la atención es la advertencia emitida por EE.UU. algunas semanas antes del ataque, donde alertaban a sus ciudadanos sobre la posibilidad de un evento terrorista en la región. Pero, ¿qué sabían realmente y cuál era la base de tal advertencia?

El Estado Islámico o ISIS, es conocido por operar en un eje que va desde Turquía hasta Irán, y hasta la fecha nunca había mostrado un interés particular en Rusia, centrándose fundamentalmente sobre los Talibán y operaciones en Irán. El ISIS se ha extendido como una 'ratonera' desde Afganistán. La ausencia de un interés claro y distinto sobre Rusia por parte del ISIS sugiere que los hechos son más turbios de lo que en un primer lugar, o algunos mensajes en la red social X, pudieran apuntar.

En su intervención a la nación tras los atentados, Vladimir Putin reveló que se habían detenido a 11 individuos, incluyendo cuatro de los atacantes que intentaban huir hacia Ucrania. Según la información preliminar, parece que había una "ventana" planeada en la frontera ucraniana para facilitar su escape. Esto, sin duda, abre un nuevo capítulo en la investigación de estos atroces actos.

Lo más intrigante es el perfil de los autores detenidos. Los detalles sugieren que son mercenarios y no ideólogos.A diferencia de los seguidores ideológicos del ISIS, que buscan el martirio, estos individuos parecían más interesados en escapar que en continuar la matanza, un patrón atípico para las operaciones del ISIS, donde los atacantes suelen continuar hasta ser abatidos . Esto refuerza la hipótesis de que podría tratarse de mercenarios, movidos más por incentivos financieros que por convicciones ideológicas. Al abordar las complejidades del terrorismo internacional, es crucial examinar la interacción entre diversos grupos y actores geopolíticos y, en particular, la conexión entre ISIS y Ucrania. Varios Informes y cables filtrados apuntan sólidamente a que miembros de ISIS han participado en la guerra en Ucrania frente a Rusia. Un ejemplo destacado es Abdulkhakim Shishani (Abdulkakim Sisani), de origen georgiano, quien ha estado en Ucrania y se le atribuye ser el nexo entre la Dirección Principal de Inteligencia del Ministerio de Defensa de Ucrania y grupos islamistas radicales que lideraba en Siria. Existen amplia documentación recabada a lo largo de los años que detalla que, en ciertos contextos, ISIS ha actuado más como un grupo de mercenarios que como un ejército yihadista tradicional. 

Esta perspectiva sugiere que sus acciones podrían estar más alineadas con intereses de agencias de inteligencia externas, como la CIA, que con los preceptos religiosos de Alá y Mahoma. Hay que recordar aquellas declaraciones de Hillary Clinton, Secretaria de Estado de Barack Obama, en las que reconocía que la autoría de la creación de Al Quaeda era EEUU. Esas declaraciones son la base de aquel famoso discurso de Donald Trump en 2016 en las que acusaba directamente a Obama y Clinton de estar detrás de la creación del ISIS.

De este modo, se abre un nuevo escenario, sabemos quiénes ejecutaron el atentado, pero la pregunta clave sigue siendo: ¿Quién está detrás del ataque terrorista en Moscú en el que murieron más de 140 ciudadanos?

Aquí entra en juego la geopolítica. La insistencia de Occidente en atribuir el ataque únicamente al ISIS, incluso antes de que la investigación rusa avanzase, sugiere una posible operación cuyo objeto era desviar la atención y de controlar la narrativa antes de que aflorasen las pruebas y se desvelase la materialidad de los hechos. El Global Times de Pekín apunta quirúrgicamente a las implicaciones geopolíticas de tal acusación, sugiriendo que reconocer la implicación de Ucrania podría disminuir el apoyo a Kiev, lo cual sería un golpe significativo para las ambiciones de la Estados Unidos y la OTAN en la región, y sus lacayos en la Unión Europea, que como bien apunta el Global Times ha perdido autonomía estratégica y haciéndola dependiente de la agenda exterior de Estados Unidos.

Al margen del grado de implicación, la participación de elementos nacionalistas ucranianos, como el batallón nazifascista Azov, así como de militantes del ISIS o la simple contratación de mercenarios, en todos estos escenarios existe un nexo o hilo conductor común que apunta hacia la participación, directa o indirecta, de Ucrania y, por extensión, ciertas agencias de inteligencia occidentales, como la CIA y el MI6.

Este ataque terrorista se produce en un momento crítico para Ucrania, que se encuentra literalmente sin posibilidad alguna de hacer frente a Rusia, y máxime desde el inicio del genocidio tácito de Israel al pueblo palestino, que supone la redirección de las remesas armamentísticas hacia Israel que antes iban destinadas a Ucrania, y pocos días más tarde de la victoria electoral aplastante de Vladimir Putin que pone fin a las esperanzas occidentales de una fracción en la unidad social del pueblo Ruso. 

La 'Operación Ucrania' se ha convertido en un eje central para la UE, representando sus valores frente a lo que consideran veladamente la 'horda bárbara' de Rusia. Pero este ataque pone en tela de juicio la narrativa occidental y con serias implicaciones, tanto en términos de relaciones internacionales como de seguridad interna. Y es que el caso de la Sala de Conciertos Crocus pone en evidencia las vulnerabilidades de la Unión Eeuropea  y pone en duda su soberanía en materia de seguridad y política exterior. Este atentado debe ser un catalizador para reexaminar y redefinir la autonomía estratégica de Europa. 

Mientras las investigaciones continúan, el atentado en Moscú no solo es un trágico recordatorio de la fragilidad de la paz, en un contexto de rápida escalada bélica por parte de los gobiernos europeos, sino también un complejo rompecabezas geopolítico. Lo que parece ser una clara atribución a un grupo terrorista conocido se convierte, bajo un escrutinio más riguroso, en un laberinto de intrigas políticas y agendas cada vez más ocultas. En estos últimos días, casualmente EEUU reflota los supuestos ataques sónicos contra  Estados Unidos en La Habana acusando, como no, a Rusia y, por extensión, de que Cuba está al servicio de Vladimir Putin. Como bien apuntaba Johana Tablada no existe tal ataque o llamado “síndrome de La Habana”, lo que sí existe verdaderamente es el síndrome de Washington, un síndrome que hay que ir a buscar en la oficina del senador Marco Rubio.

Es fundamental, en el marco actual de las guerras cognitivas y de relato de nuestro presente cuestionar las narrativas facilonas, y pasar de ser sujetos pacientes de la información a comprometernos con la información y al análisis multicapa que supone. geopolítica contemporánea. Vivimos en un tablero de ajedrez, y una vez más, parece que somos los peones.