[Colaboración en el espacio "Desde Cuba" de Radio Habana Internacional junto a Roberto Bastidas el 20 de septiembre de 2023]
En el día de hoy, Cuba, al frente de la presidencia pro tempore del G77 y China, culmina en Nueva York en el marco de la sesión de la Asamblea General de Naciones Unidas una agenda política internacional que, como se preveía, ha tenido un resultado histórico y que traza el camino de una reforma urgente de la arquitectura financiera internacional y la consolidación de un nuevo marco en las relaciones internacionales con el multilateralismo y la soberanía de los pueblos y naciones políticas como eje.
A pesar de las fuertes presiones de EEUU a estados miembros del G77 y China con el objetivo de conseguir su renuncia a la participación en la cumbre, hoy podemos hablar inequívocamente de un éxito rotundo en relación a sus objetivos, pero también en lo que respecta a la convocatoria realizada desde Cuba por el presidente Díaz-Canel.
Y es que no se puede negar las dificultades que entrañaba la convocatoria y organización de una cumbre de esa magnitud marcada por la transformación de los agentes protagónicos globales: la expansión de los BRICS en la cumbre de Sudáfrica, una escalada en las tensiones geopolíticas y las dialécticas entre naciones de alcance global que tiene como protagonista al conflicto en Ucrania y una crisis múltiple del sistema mundial.
Durante dos días, como señalaba la periodista Rosa Miriam Elizalde en su columna en el periódico La Jornada de México, "el sur está en La Habana". La cumbre representó, sobre todo, la reafirmación colectiva de sus miembros de que los países del Sur deben liderar campos estratégicos en tecnología, ciencia e investigación con el objetivo de mejorar la vida cotidiana de sus ciudadanos y erradicar la pobreza, o no tendrán otro futuro que la subordinación perpetua sin más solución que ser arrojados al abismo.
De la cumbre del G77 y China se construyeron firmes consensos, una comunidad de intereses, entre los cuales cabría destacar la voluntad de que nadie quede atrás, de hacer causa común para vencer una de las crisis más complejas que haya experimentado la humanidad en la historia moderna, una situación extremadamente crítica que supone que en 2030, 575 millones de personas vivan en condiciones de pobreza extrema. Como diagnosticó el presidente Díaz-Canel en la Cumbre de los Objetivos de Desarrollo Sostenible de la ONU, en representación del G77 y China: "735 millones de personas padecen hambre crónica, cifra superior a la registrada en 2015. A este ritmo, no podrá lograrse ninguno de los 17 ODS, y se incumplirán más de la mitad de las metas acordadas". Para hacer frente a ello, señalaba, es de extrema necesidad la reforma urgente de las estructuras financieras internacionales y las injusticias históricas que constituyen la base de su sistema. Para ello es necesaria la participación real de los países del Sur que contribuya al abandono de sistemas depredadores, a la aplicación de un trato justo entre Estados y Naciones, balanceado y orientado al desarrollo; así como la pronta y considerable recapitalización de los bancos multilaterales de desarrollo. El unilateralismo y el proteccionismo impulsados por EEUU, incluidas la protección y las restricciones unilaterales al comercio, contravienen los acuerdos de la Organización Mundial del Comercio. “La ausencia de avances no debe atribuirse a la falta de soluciones”, sentenciaba el presidente Díaz-Canel.
A pesar de las campañas mediáticas, las presiones y un contexto internacional complejo y difícil, hemos presenciado una victoria diplomática y política histórica de Cuba y del conjunto de los países del Sur, pero también para los más desfavorecidos del mundo allá donde residan y padezcan. A aquellos que piensen que Cuba estaba aislada, se les ha caído el argumento y la campaña sobre la cabeza. La Habana es la capital del sur global, de los que aspiran a un mundo nuevo, más justo, equitativo, mejor.