M.O: Veinticinco años hablando de novela negra (y de otras cosas) como crítica de la civilización actual: de sus normas, de sus políticas: ¿ha quedado algo de todo esto o la conclusión es que todo depende del punto de vista?
Claro que queda, a lo largo de muchos años hemos reivindicado maneras de enlazar la literatura con la vida. El éxito de la Semana Negra es que sigue siendo una fiesta popular con el libro en medio, como centralidad. Le dice una y otra vez al que viene que la lectura cambia el mundo, la lectura crea ciudadanos críticos, la lectura promueve el pensamiento utópico. Han sido veinticinco años de batalla ideológica. La Semana Negra es hoy - y me sorprende ahora que ya no la dirijo - un referente mundial, una manera de hacer festivales, una manera de entender el libro. En estos momentos hace falta en España. Es necesario revivir el pensamiento utópico, que está destruido.
En el inicio de la aventura de la Semana Negra uno de los sus más firmes aliados fue Silverio Cañada, presente todavía hoy con sus libros y con su premio en la Semana Negra, pero ¿realmente permanecerá su labor o se disolverá cuando todo el fondo de la editorial Júcar sea definitivamente liquidado?
La labor de Silverio Cañada está ahí y se quedó en la Enciclopedia Asturiana, en la editorial y en lo que produjo. Está en el impacto que sus libros tuvieron en el momento. Pasa lentamente a convertirse en historia, entre el premio a la mejor nueva novela policiaca, la presencia casi sistemática de los viejo libros de Júcar que siguen apareciendo y descubriéndose a nuevas generaciones de lectores, y el impacto que Silverio causó en muchos de nosotros. Silverio es un punto de referencia importantísimo en Asturias, de una manera apasionada de entender el libro.
Tan importante como su obra narrativa o de agitador cultural hay que reconocerle el empeño puesto en una importante labor historiográfica y biográfica (Bolcheviques y La guerra civil en Asturias, pero también Ernesto Guevara y Pancho Villa sin olvidar a Raúl Castro en sus diarios), en el año en que se cumplen veinte de la muerte de EP. Thompson ¿le resulta factible la historia social o se han disuelto las clases?
¿Cómo se van a disolver las clases sociales? Ahí están: hay una oligarquía más potente que nunca; hay un mundo de banqueros dilapidadores de países; hay una gran burguesía rapiñera. Existe una sociedad de clases con una intervención destructiva tan directa de algunas de ellas en el cotidiano que no verlo es estar ciego.
Usted, que ha glosado figuras relevantes de la izquierda como el Ché, que ha colaborado con líderes como el Subcomandante Marcos y ha recogido testimonios del pueblo en armas (del 68 Mexicano a la los revolucionarios asturianos) ha mirado siempre a los partidos con acento crítico: entre los héroes y el pueblo ¿qué hueco hay para partidos y estados? ¿sirven todavía las organizaciones clásicas de las izquierdas?
Creo que hay lugar. Unas veces he tenido una mirada crítica pero otras complaciente. No puedes negar y no reconocer que en la vida de nuestras sociedades a lo largo de estos dos último siglos ha todo tipo de experiencias. Unas verdaderamente empobrecedoras protagonizadas con los partidos, otras realmente tristes con movimientos que no tenían brújula se desinflaron en los primeros momentos. Hay de todo, pero ha de verse de una forma no partidaria, no cerrada, dogmática o doctrinaria. La izquierda se perdió en el siglo XX en la doctrina y ésta no es pensamiento crítico, no es pensamiento político, es reflexión religiosa autoconstruida y diseño de pensamiento único. La izquierda tiene que volver inevitablemente, si quiere construir un proyecto de futuro en el que participen las grandes mayorías, al pensamiento crítico y a una mentalidad abierta, no sectaria. A veces esto entra en contradicción con la estructura de los Partidos.
En la Semana Negra caben todos, colectivos sociales y políticos: ¿es la Semana Negra la Casa Común o un intento de hegemonía? ¿de qué, de quién?
La Semana Negra ha sido un intento de casa común, territorio liberado durante muchísimo tiempo. Nunca le hemos cerrado la puerta a un movimiento de oposición, de pensamiento crítico, en veinticinco años. Aquí hay lugar para la libertad de expresión, que es oír a los que te gustan y a los que no. La derecha no sabe entrar en la Semana Negra, son incapaces de venir al debate abierto. Es por esto que nunca han tenido ni tienen presencia en la Semana Negra.
[Publicado originalmente en Mundo Obrero]
[Publicado originalmente en Mundo Obrero]